Queridos Pandas,
no sabía que Max es tan quejica.
No es cuestión de ser quejica o no, es una cuestión de salud.
Sí sí, salud…
Reconoce que te pasaste un pelín: Max estaba tan concienciado con su salud, que se echó un bote entero de crema de protección – ¡para él solito! Teníais que haberle visto : de tanta crema su piel se le puso tan grasienta y resbaladiza, que incluso los pantalones se le caían ,y tenía que andar sujetándoselos con una mano! Ni siquiera podía sujetar el teléfono para llamar, porque se le escurría de entre las manos. Y claro, lo de andar sujetos de la mano para protegerme del agujero de Ozono pues tampoco funcionó, ya que era como intentar agarrar un pez…
Bueno, tú ríete, pero así seguro que no me quemo.
Pues no, quemarte no te quemas seguro.
Cambiando de tema: ayer estuvimos en un parque natural. Yo me moría de ganas por ver al fin un canguro. Kamaria me había hablado tanto de ellos. Es que ella sabe mucho de canguros – ya desde niña tenía un peluche canguro… Me contó que en la tripa tienen como una bolsa donde transporta a sus crías mientras no pueden valerse por sí mismas. Yo no entiendo cómo no se marean ahí dentro con tantos saltos – un misterio de la naturaleza.
En un principio no parecía haber ningún canguro en ese parque…
Andamos y andamos, y nada de nada. Estábamos casi por darnos por vencidos cuando vimos un cartel de “Peligro, canguros”. “¡El sitio ideal para hacer una pausa!”, pensamos: si había un cartel, sería por algo. Así que cansadísimos y hambrientos como estábamos decidimos sentarnos allí y esperar. Yo saqué mi bocadillo de queso, Max sus barritas de chocolate, y nos preparamos a disfrutar de una merienda estupenda.
Sí sí.. o eso intentamos al menos…. Mi estómago hacía tanto ruido que apenas si oía lo que decía Ella.. fijaos si tenía hambre. Pues bien, saqué mi chocolatina, abrí el envoltorio y enseguida percibí el dulce olor del chocolate: ¡Hum….! Cerré los ojos para disfrutarlo aún más, abrí la boca, acerqué la chocolatina, me preparé para darle un buen mordisco, y… ¡Nada! ¡Mi chocolatina había desparecido!. “Pero bueno, ¿cómo es podible?”, pensé. Sólo tuve que girar la cabeza para averiguarlo… ¡un canguro me había quitado mi chocolatina! Y se la estaba comiendo tan tranquilo justo delante de mis narices.
¡No sabéis cómo se puso Max! Enseguida echó a correr para intentar atraparlo. Los canguros son capaces de ir bastante rápido, pero Max también – sobre todo cuando persigue una chocolatina, así que… ¿qué creéis, que lo alcanzó? ¡A ver quién adivina! Mañana os contamos cómo acabó la carrera.
Ah, por cierto: os hemos enviado otra postal a Panfu. Esta vez tenéis que buscar en un sitio muy “animalístico” :O
¡Mantened las orejas bien abiertas!
Max y Ella
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